Lo primero que tenemos que hacer para mantenerla en perfecto estado es tenerla limpia. Para limpiar una suciedad ligera que no esté adherida lo mejor es un paño impregnado en agua y jabón. No hay que olvidar aclararlo y secarlo posteriormente.
Si la suciedad está adherida se puede utilizar un rascador especial para vitrocerámica. En cambio, las manchas de cal y agua, y los reflejos, se pueden eliminar con productos específicos que existen en el mercado.
Si limpiamos la vitrocerámica después de cada uso eliminaremos todos los residuos, impidiendo así su adherencia. Aclarar con abundante agua y secarla con otro paño o con papel de cocina. Si quiere un resultado aún más brillante puede utilizar un producto limpiacristales.
Si ha utilizado la superficie de la placa o la encimera para limpiar comida que tenga tierra, tenga en cuenta que esta puede arañar la vitrocerámica cuando arrastremos una olla o una sartén, por lo que conviene tenerla siempre limpia. En último lugar, debemos mantener alejados de los focos de calor todo tipo de plásticos y aluminios, y comidas que contengan azúcar. Si observamos que se ha derretido alguno de estos elementos, lo mejor es eliminarlos lo más rápidamente posible con un rascador.
Las aseguradoras reciben cada día multitud de avisos de personas que han tenido problemas con su vitrocerámica. Uno de los más comunes es la rotura del cristal como consecuencia de la caída de un objeto pesado, como una olla, lo que quedaría cubierto por la póliza. La vitrocerámica es muy delicada, debemos prestarle la atención necesaria para no tener problemas.
Frederick Albert Winson, fué en el año 1802 cuando preparó la primera comida en una cocina de gas, estaba construida de forma artesanal, tan sólo para poder demostrar el poder culinario de una cocina a gas. Muchas de estas cocinas explotaron o perdían gas
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